Es consustancial a una sociedad desarrollada, heterogénea y cambiante como la española, la aparición de nuevas realidades y procesos, y con ellos el surgimiento de problemas y cuestiones sociales inéditos. En ese sentido, ninguna de las instituciones sociales parecería sustraerse a la influencia de tales transformaciones. Y entre aquéllas se considera que la familia (con su estructura y relaciones entre sus miembros) es especialmente sensible a las contingencias y avatares que los cambios sociales implican.